El estudio sobre la expresión de emociones en animales ha avanzado significativamente en los últimos años, demostrando que muchas especies no solo poseen estados emocionales complejos, sino que también pueden expresar y percibir emociones en otros. Estas investigaciones abarcan una amplia gama de animales, desde mamíferos hasta aves e incluso algunos invertebrados.
¿Instintos o emociones?
Los instintos son respuestas automáticas y preprogramadas a ciertos estímulos; diseñadas por la evolución para maximizar la supervivencia. Por ejemplo, el reflejo de huir ante un depredador o la tendencia a proteger a las crías son instintivos. Sin embargo, las emociones son experiencias internas que pueden guiar el comportamiento de forma más flexible y no siempre están relacionadas directamente con la supervivencia inmediata.
Existen numerosas evidencias respecto a la expresión de las emociones en distintos animales, no solo en mamíferos. Desde la obra de Charles Darwin “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” se ha prufundizado enormemente en este campo de estudio. Actualmente incluso se estudian las emociones en distintos tipos de invertebrados.
Es posible que las emociones en los animales sean, en muchos casos, una extensión de los instintos. Por ejemplo, la empatía que muestra una madre hacia su cría podría tener un fuerte componente instintivo para asegurar la supervivencia, pero la forma en que estas emociones se expresan y varían entre individuos sugiere un nivel de experiencia subjetiva.
Los estudios actuales están comenzando a mostrar que los animales no solo responden automáticamente a estímulos, sino que pueden evaluar situaciones y actuar en consecuencia, lo que sugiere la presencia de una experiencia emocional interna. Esto está llevando a un cambio en cómo los científicos entienden la vida emocional de los animales y las implicaciones éticas que conlleva.
En resumen, los animales parecen tener la capacidad de experimentar emociones que van más allá de respuestas instintivas básicas, aunque el grado en que estas emociones son comparables a las humanas sigue siendo objeto de investigación.
Avances considerables
El estudio sobre la expresión de emociones en animales ha avanzado significativamente en los últimos años, demostrando que muchas especies no solo poseen estados emocionales complejos, sino que también pueden expresar y percibir emociones en otros. Estas investigaciones abarcan una amplia gama de animales, desde mamíferos hasta aves e incluso algunos invertebrados y peces.
A continuación mencionaré y describiré algunos estudios pertinentes al tema:
Dogs functionally respond to and use emotional information from human expressions
Published online by Cambridge University Press: 06 December 2022
En este estudio de la Universidad de Cambridge, se aborda el estudio de las emociones en los perros. Dichos estudios han mostrado que los perros son capaces de detectar y responder a las emociones humanas a través de expresiones faciales, lenguaje corporal, sonidos y olores. Estos animales no solo reconocen emociones como la alegría y la ira, sino que también adaptan su comportamiento en función de las señales emocionales que perciben. Algunos experimentos han demostrado que los perros pueden interpretar las intenciones humanas y responder empáticamente.
Es un estudio muy completo e interesante, recomiendo su lectura completa.
Why Animal Emotions Matter In Our Shared Worlds
Vicki Hutton’s book is an important read about human-animal relationships.
Updated January 8, 2024
En animales más allá de los perros, investigaciones han descubierto que especies como los elefantes, delfines y algunas aves muestran comportamientos que indican la presencia de emociones complejas como la tristeza, la empatía y el duelo. Por ejemplo, se han documentado casos en los que elefantes visitan los restos de sus compañeros fallecidos, lo que sugiere un reconocimiento de la muerte y una forma de duelo.
También hay numerosas evidencias de comportamientos de duelo emocional en aves monógamas en el momento de perder a su pareja. Contemplar esa escena es realmente una experiencia sobrecogedora que transmite la tristeza de una manera muy directa que los humanos podemos interpretar muy bien.
También se han realizado estudios en animales considerados menos complejos, como las ratas, que han mostrado conductas de altruismo al ayudar a liberar a sus compañeros de trampas, lo que sugiere una capacidad de empatía básica. Este tipo de comportamientos cuestiona las nociones tradicionales de que las emociones son exclusivas de los humanos y sus parientes más cercanos, es decir mamíferos y particularmente primates.
La importancia de estos estudios radica en cambiar la manera en que los humanos perciben y tratan a los animales, especialmente en contextos como la ganadería, la experimentación y el comercio de fauna. A medida que la ciencia valida la existencia de emociones en los animales, se hace cada vez más difícil justificar su uso como meras herramientas o productos
Do Fish Have Feelings? New Research Explores the Emotional Lives of Fish
September 21, 2024 by Marta
Algunas investigaciones han demostrado que los peces tienen reacciones similares a emociones como el miedo, el placer, e incluso podrían experimentar algo comparable a la tristeza. Por ejemplo, un estudio realizado con peces sargos (Diplodus sargus) mostró que pueden tener respuestas emocionales medibles ante estímulos favorables y desfavorables, observadas a través de cambios en sus niveles hormonales y actividad cerebral. Además, se ha documentado que algunas especies, como el pez limpiador (Labroides dimidiatus), muestran comportamientos sociales avanzados, recordando a individuos conocidos y reaccionando positivamente al reencuentro, lo que indica una especie de vínculo emocional significativo.
Por otro lado, estudios con zebrafish (pez cebra) han revelado que estos pueden mostrar características de personalidad y comportamiento que dependen del entorno y sus experiencias previas. Los cambios en su comportamiento ante diferentes situaciones son similares a los que se observan en mamíferos, lo que sugiere que pueden experimentar ansiedad y alegría.
REVIEW| 01 November 2017
Aunque el estudio de las emociones en insectos está en una fase más temprana, existen diversos enfoques que abordan la temática. Algunos investigadores han encontrado indicios de que ciertos insectos pueden exhibir respuestas emocionales. Por ejemplo, las abejas pueden demostrar signos de algo parecido al optimismo o al pesimismo, dependiendo de su entorno y experiencias anteriores. Esto se ha evidenciado en experimentos donde las abejas mostraban comportamientos distintos al enfrentar desafíos, dependiendo de si habían sido expuestas previamente a situaciones positivas o negativas.
Uno de los enfoques recientes analiza la existencia de “sesgos cognitivos” en insectos, lo que implica que estos pueden experimentar estados emocionales que afectan sus decisiones y respuestas ante estímulos. Por ejemplo, estudios en abejas han mostrado que, tras ser sometidas a estímulos negativos (como sacudidas), estas presentan comportamientos que indican una actitud más pesimista hacia situaciones ambiguas, lo cual es un indicio de que podrían estar experimentando algo similar a un estado emocional negativo. Otro estudio notable se ha centrado en los saltamontes y cómo responden a diferentes estímulos sociales y ambientales. Se ha observado que sus reacciones pueden variar no solo por instinto, sino por una evaluación del contexto, lo que sugiere una forma primitiva de respuesta emocional.
Además, las investigaciones en moscas y otros insectos han comenzado a explorar los mecanismos neurobiológicos detrás de estas reacciones, intentando entender si poseen estructuras que permitan algo análogo a la “experiencia emocional”. Aunque no se puede afirmar que los insectos tengan emociones en el sentido humano, los estudios sugieren que sus reacciones no son puramente automáticas, sino que pueden involucrar procesos más complejos que incluyen una forma rudimentaria de evaluación y respuesta a su entorno.
Evolución, desarollo del cerebro y desarrollo de las emociones
La evolución del cerebro
El desarrollo del cerebro es un proceso increíblemente complejo y multifactorial, donde cada especie y forma de vida animal es una suerte de lienzo donde se manifiestan distintos mecanismos y funciones implícitas en el desarrollo de esta estructura biológica. En los organismos más primitivos, como las medusas o los gusanos planos, los sistemas nerviosos son relativamente sencillos. Su principal función es procesar información sensorial básica y responder de forma automática a estímulos del entorno, lo que conocemos como reflejos e instintos. A medida que la vida se fue diversificando, la aparición de sistemas nerviosos centralizados, como en los insectos y peces, permitió un mayor grado de integración de información y control motor. Con la evolución de los vertebrados, especialmente los mamíferos, surgieron estructuras más complejas como el sistema límbico, que se asocia con la regulación emocional. Los mamíferos superiores (como primates, elefantes y delfines) desarrollaron aún más sus cerebros, particularmente el neocórtex, lo que les permite experimentar y procesar emociones complejas como la alegría, la tristeza, el duelo e incluso la empatía.
¿Las emociones como un lenguaje casi universal a la vida?
Las emociones, aunque tradicionalmente fueron consideradas exclusivas de los humanos, están siendo reconocidas en un espectro más amplio de especies. Desde los peces que muestran ansiedad ante situaciones adversas hasta los elefantes que parecen experimentar duelo, las emociones parecen tener un papel crucial en la manera en que los organismos interpretan su entorno.
Las emociones cumplen una función adaptativa. Por ejemplo, el miedo ayuda a evitar el peligro, y la empatía puede fomentar la cooperación dentro de grupos sociales. Estas respuestas emocionales no solo son relevantes para la supervivencia, sino que también permiten a los animales, incluidas especies muy alejadas de nosotros en la escala evolutiva, formar vínculos y comunicar estados internos a sus pares.
El hecho de que tanto insectos como peces puedan exhibir comportamientos que implican un “sesgo emocional” sugiere que las emociones no son simplemente respuestas instintivas. En cambio, podrían ser mecanismos evolutivos que ayudan a los organismos a adaptarse de forma más flexible a su entorno. Incluso en especies con cerebros más pequeños y menos complejos, como algunos invertebrados, hay evidencia de que pueden experimentar algún tipo de estado emocional básico. Esto sugiere que las emociones podrían haber evolucionado temprano en la historia de la vida como una forma de “lenguaje” biológico para interactuar con el entorno y otros organismos.
Si aceptamos que las emociones son una forma de lenguaje universal, podríamos replantear nuestra relación con otras formas de vida en la Tierra. Las emociones no solo son características de los humanos o de los mamíferos más cercanos a nosotros, sino que podrían ser un hilo conductor que une a todos los seres vivos, una manifestación de la vida que busca perpetuarse y prosperar. En este contexto, las emociones pueden verse como parte del “código” que la vida ha desarrollado para sintonizarse con el mundo. Reconocer esta posibilidad podría ayudarnos a comprender mejor a los animales y a reconsiderar las implicaciones éticas de cómo interactuamos con ellos, especialmente en un mundo donde nuestras acciones tienen un impacto significativo en otras especies.
Un caso llamativo: la acción de jugar, emociones y aprendizaje
Además del estudio de las emociones en sí y de sus mecanismos de expresión (como por ejemplo la anatomía del rostro y las microexpresiónes), también existen varios estudios fascinantes que muestran cómo el juego en los animales no solo representa una forma de entretenimiento, sino también un mecanismo crucial para el desarrollo cognitivo, emocional y social.
Es muy interesante e importante aclarar que en un contexto de supervivencia, el juego implica un gasto de energía que no siempre tiene un beneficio tangible, sino que la recompensa es una experiencia subjetiva que se manifiesta en el disfrute y en el aprendizaje.
El juego permite a los animales desarrollar habilidades esenciales para su supervivencia. Por ejemplo, los cachorros de mamíferos como los felinos y cánidos practican comportamientos de caza mediante juegos de persecución y acecho. Esta actividad no solo afina sus habilidades motoras, sino que también mejora su capacidad para coordinar movimientos y responder a estímulos del entorno. De hecho, los animales que juegan más tienden a ser más adaptables en situaciones nuevas, lo que indica un vínculo entre el juego y la resiliencia cognitiva.
En este hilo de análisis podemos mencionar un estudio interesante que mostró que las ratas no solo juegan, sino que disfrutan de actividades que implican retos y recompensas. Los investigadores que llevaron a cabo el estudio lograron entrenar ratas para conducir pequeños autos en busca de recompensas. Los resultados revelaron que estas ratas experimentaban placer tanto por la actividad como por la recompensa, sugiriendo que el juego puede inducir estados emocionales positivos y reducir el estrés. Además, Jaak Panksepp, un reconocido neurocientífico, demostró que las ratas emiten vocalizaciones ultrasónicas similares a la risa humana cuando son “cosquilleadas”. Esto sugiere que el juego puede promover la alegría y reforzar vínculos sociales.
Otro beneficio implícito en la acción de jugar es el manejo del estrés y la plasticidad cerebral, pues en varios estudios se ha encontrado que ambientes enriquecidos, donde los animales pueden explorar y jugar, pueden alterar la estructura de sus cerebros, aumentando áreas asociadas con el placer y la recompensa. El juego, por lo tanto, no solo mejora su capacidad de aprendizaje, sino que también modula la respuesta al estrés. Animales que experimentan un entorno positivo a través del juego muestran mayor optimismo y persistencia en la resolución de problemas.